Ya están abajo [ 1 / 2]


El barrigudo se sentía dudoso al oír las palabras de Rolando.

Lo que acababa de decir solo eran amenazas falsas.

En realidad, no podía convocar a tantas personas.

Solamente conocía a unos lacayos de la mafia de Ciudad H.

Si era problema pequeño, podían ayudarlo, pero convocar a centenares de personas era imposible en absoluto.

No sabía cómo tratar con esta situación si Rolando realmente acudía a sus redes personales.

Pero se tranquilizó pronto, aunque no podía reunir a tanta gente por una llamada, conocía a gente de diferentes clases en la Ciudad H, por eso se atrevió a acosar a Rosalina después de beber.

Se había dado cuenta de que Rolando era forastero y joven y no era posible conocer a grandes personajes en Ciudad H.

Si los a que Rolando pidió ayuda eran sus conocidos, sería fácil de tratar.

Rosalina se quedó curiosa por las palabras de Rolando, porque no sabía que este conocía a algún personaje en la Ciudad H.

Recordó que en el vuelo este le había dicho que fue la primera vez que vino a la Ciudad H.

Normalmente Rolando no podía conocer a algún gran personaje aquí.

Si lo conocía, posiblemente era la mujer guapa y rica que lo recogió en el aeropuerto.

Rosalina volvió a preocuparse.

Aunque el personaje que Rolando conocía era fuerte, era difícil luchar contra el cabeza local de los bandos.

Todavía no conocían muy bien el apoyo del barrigudo, correrían gran riesgo si se enfrentaran en este momento.

Ella advirtió a Rolando: Vámonos.

De todo modo, ya los diste la lección.

Pueden ser tan arrogantes sin escrúpulos, eso supondrá que su apoyo es muy fuerte.

Es tu primera vez en Ciudad H, no puedes enfrentarte con tantos bandos locales, es mejor que no corramos el riesgos.

Cuando oyó las palabras de Rosalina, el barrigudo se hizo alegre.

Si de verdad fue su primera en la Ciudad H, no era probable que un forastero conociera a más personajes que él.

Rolando miró a Rosalina y le dijo: A los descarados como ellos, si no los arreglamos radicalmente, seguirán provocar muchos problemas a otros.

Además, a lo mejor se vengarán de ti.

No tienes que preocuparte, aunque no soy local, tengo muchos recursos.

El barrigudo se burló de él diciendo: Llámalos pues, voy a ver a quiénes puedes recurrir.

Si son mis viejos amigos, pues me excusará convocarlos.

Rolando no le hizo caso.

Sacó el móvil y llamó a Rosalía.

Señorito, por fin me llamas, ¿no me necesitas? Dime tu dirección, vengo ahora contestó la voz suave de Rosalía al ponerse en comunicación.

Rolando se quedó sin palabras.

Aclaró su garganta y dijo: ¿Conoces a la gente de mafia? Me metí en un lío.

Rosalía se hizo seria inmediatamente y preguntó: Sí, señor, ¿dónde estás? Los mando allí enseguida.

Rolando le contó su dirección sin pensar y destacó que no le hacía falta venir personalmente.

Por supuesto que Rosalía estaba descontenta, pero no se atrevió a desobedecer la orden de Rolando.

Se apresuró a arreglarlo después de colgar el teléfono
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