El bolso es auténtico [ 1 / 2]


Zeltia se quedó mirando los billetes esparcidos por todo el suelo.

Estaba confundida.

Nunca imaginaba que fuera un montón de dinero guardado en la bolsa de basura.

¿Ah? El dinero… Se le sonrojó mucho la cara Diego, ¿de dónde viene? Él no le hizo caso.

Se puso en cuclillas y recogió los billetes de nuevo.

¿Qué te importa? ¡El pobretón como yo no soy bueno para ti como dijiste! Al decir eso, se volvió y se fue.

Zeltia se impacientaba.

Estaría bien si rompiera la relación con él debido a la pobreza suya.

No le importó mucho a ella que regalase el bolso que había comprado con la tarjeta de un solo uso, aunque le pareció una lástima.

No estaría arrepentida demasiado.

No obstante, Diego había tenido 10 mil euros… Diego.

Detente.

Tienes que explicármelo.

Si no, ¡voy a gritar! Ella se puso ansiosa.

Insistió saberlo.

Ella no supo por qué tenía miedo de que Diego se hiciera rico.

Temía mucho.

¿Gritar? Vale.

Diego trató sonreír con cierta amargura, Como tú quieras.

¡Ah! ¡Ayuda! ¡Me va a violar! ¡Me va a violar! Esta vez ella gritó en serio.

Aunque anocheció, se vieron muchas parejas jugando en el campus.

Al oír la voz, miraron hacia el lado de la laguna.

¡Maldita sea! Diego se quejó porque nunca hubiera imaginado que ella se llamaría a sí mismo violador.

Zeltia, ¿qué quieres? Me das miedo.

¿Vale? Volvió enseguida para hacer que se callase.

Diego.

Quiero que me lo cuentes todo sobre el dinero.

¡Tienes que decírmelo! A ella se le fruncían las cejas.

Diego había perdido la esperanza por esta mujer.

No quería tener nada que ver con ella.

¿Será mejor si sigo mintiendo para que ella abandone la ilusión? Necesito devolverlo.

Salvé a la chica y me dio un mil euros aparte de la tarjeta valiosa, ¡pero me remitió 10 mil y decido devolverle 9 mil! Diego se lo digo con sinceridad.

Zeltia lo entendió por fin.

Primero, Diego no era mentiroso.

Segundo, si se hiciese adinerado de la noche a la mañana como ella había imaginado, ¿cómo podría vestirse así todavía sin que se pareciese a los nuevos ricos…? Lo explicó Diego.

Después todo pareció lógico.

Ya veo.

Es decir, ¡Tienes nada más que 10 mil euros! Zeltia respiró profundamente y se sintió relajada.

Si te quedas todo claro, me voy.

Terminó de hablar, Diego se fue con el dinero.

Los pobretones nunca cambiarán.

¡Voy a buscar a Mi Germán! Ella lo miró con desdén y partió.

Luego de depositar el dinero, Diego no se sintió bien en el corazón.

Zeltia había cambiado como si nunca la hubiera conocido.

Ah, Zeltia.

“Si no te importasen el bolso y el dinero, si pudiese seguir con el disfraz, Yo, Diego, te lo prometería porque ahora tengo no solo 10 mil, ¡sino también miles de euros!” Vale.

Diego iba a volver, suspirando.

En ese momento sonó el móvil.

Era Blanca.

Diego, ¿te gusta el pastel? ¡Ven a nuestra residencia y te lo llevo si quieres! Estaba interesada por Diego desde el principio.

A decir verdad, eran compañeros de mesa.

Se sentía feliz y relajada con él.

También podía compartirle pensamientos íntimos.

Diego no era como esos que siempre tenía la intención de hacer el amor con las chicas, que le parecía repugnante.

¿Pastel? No lo como ahora… Sonrió.

A su vez apreció la amistad entre la única amiga suya y él
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