El Club Fuente [ 1 / 2]


Diego se fue del palco.

Sus buenos amigos Niceto, que es el coordinador del dormitorio, y Blanca lo siguieron afuera.

¡No es para tanto! ¡Yo no he dicho que tu regalo es malo! Blanca dijo con prisa.

Diego, no te vayas, que termines la comida.

Si te marchas, no tendríamos ganas de disfrutarnos, Niceto dijo también.

Diego sonrió y dijo, divertidos.

Niceto, Blanca, de verdad tengo un asunto que hacer, pero confiad en mí, ¡no hago artificios! Diego no logró saber si ellos creían en él.

Dicho esto, tuvo que echar la culpa a la tarjeta de compras de trescientos mil de euros de gasto mínimo regalada por su hermana, lo que le cayó en otro problema.

Aunque Niceto y Blanca disuadieron a Diego de marcharse, finalmente se fue.

¿Se ha ido el pobretón? Al volver al palco Blanca y Niceto, Florín preguntó riendo.

Florín, deja de humillarle, ¿solo porque Diego no se ha defendido? ¿No le habéis traído más problema? Niceto estalló.

¡Ja ja! Se ha buscado la vergüenza para él mismo.

¿Cómo piensa que regala un bolso de basura a Blanca? ¡Vaya bolso de la colección Hermés! ¡Qué regalo que da el pobretón! Al oír esto, Hilda solo movió la cabeza, riendo con amargo.

Después de irse, Diego paseaba por las calles desorientado.

Cuando no había sido rico, Diego siempre soñaba con el dinero.

Ahora bien, ya tenía mucho dinero, pero resultó que no tener alguna sensación especial.

Pues, lo peor fue ya había gastado más de trescientos mil de euros sin beber un trago de agua, además, se había despreciado por los demás.

En pensando adónde podía Diego comer algo.

Sonó el celular.

Fue la llamada de Ivana, su hermana.

¡Hermana! dijo Diego.

¿Diego, en qué estás ocupando? Ah…En nada… Bueno, hazme un favor.

¿Qué? Pues así, ¿sabes la Calle Comercial JL,? en la que yo te vi hace cuatro años cuando regresé, asimismo se invirtió y se construyó en aquel entonces.

Ahora, se necesita firmar un contrato de renovación retroactiva con la autoridad local, pero yo no tengo ninguna manera de volver.

Precisamente por el entonces nosotros ambos lo hemos firmado como inversores, por eso, es igual que tú firmas, ve a firmarlo.

¿Hola? ¿Hola? Diego, ¿has oído? Absolutamente Diego lo oyó todo.

Pero, de momento ya se quedó confuso.

¿ La Calle Comercial JL? Esa era una de las características de la Ciudad JL.

Las tiendas en esa calle comercial eran de todo tipo y tenían un negocio buenísimo.

Sin mencionar otras cosas, en lo alto de la calle comercial, había un lugar llamado Club Fuente, construido en una montaña, que era un lugar frecuentado por la gente más rica de la Ciudad JL.

Según lo que dijo de hermana, ¿toda la calle comercial pertenecía a nuestra familia? Hermana, ¿lo que has dicho es verdad? ¿La calle comercial es de nuestra familia? ¡Joder! Tardo tanto tiempo en hablar de eso, ¿y lo consideras como broma? Es que en aquel entonces no pude administrar tantas industrias a la vez, por eso, firmé con tu carnet de identidad.

La mitad de la calle es tuya.

Dentro de poco ve a la Finca Fuente para encontrar a un gerente llamado Juan Muñoz.

Le he explicado.

Tú, el vice patrón, vas a firmar el contrato.

Yo… Bueno, así es todo.

Tengo asuntos que hacer, pues yo cuelgo.

Transmitió la voz de haber colgado.

Diego tomaba el celular en su mano y todavía estaba estupefacto.

¡La Finca Fuente! Antes ni se atrevió a pensar ir allí.

Pero ahora, Diego respiró profundamente y tomó un taxi para ir a la Calle Comercial JL.

La Finca de C integró la restauración, el entretenimiento y el alojamiento.

Es una finca cercana a una colina y adosada con la calle comercial construida abajo.

Diego se animó y entró.

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.

Señor, por favor, ¡deténgase! Diego no se había imaginado que al entrar se paró por unas recepcionistas guapas.

Señor, ¿usted ha hecho la reservación del asiento? Una de las camareras miró a Diego y le preguntó.

Estaban encargadas de la recepción en el vestíbulo y solían ver venir a muchas personalidades ilustres.

Sin embargo, ahora vieron a Diego que llevaba un traje de marca poco conocida.

Pese a su tono cortés de las recepcionistas, en sus ojos el desdén fue fuerte.

No he conservado el asiento, que estoy aquí para buscar a uno
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