No la dejaré huir [ 1 / 2]


No te sirve nada ahora persistir.

Dime, ¡dónde está mi hijo¡! gritó Vainilla Laguna.

Cómo yo sé dónde está, debes consultarle.

contestó Brenda Galán, muy defendida.

De inmediato, Vainilla la azotó y se veía una brecha en la piel delicada y una mancha de sangre en su ropa, herida por el ataque.

La protagonista apretó los dientes mientras que le recorría el sudor en la frente.

No esperaba doler tanto.

¡Confesar o no! interrogó Vainilla, con una mirada tenebrosa.

¡Nunca! respiró.

Le atacó de nuevo y la víctima estuvo a punto de llorar por el dolor.

De repente ella recordó que Regina dijo que iba a expulsar a Rolando hoy.

Si Alonso se había ido desde mucho tiempo, eso significaba que el propio Rolando se había quedado en casa.

Pero al principio, Vainilla lo había entregado a la Cámara de Comercio Infinito.

Conforme al cariño a su hijita, el jefe de Cámara no lo habría perdonado.

Incluso si el hombre no lo hubiera matado, no habría dejado al prisionero en libertad.

¿Qué pasó? Se volvió a Regina, le preguntó, Contéstame, ¿en qué momento regresó Rolando de la Ciudad Jing? Sin dudar, Regina le señaló la fecha.

Frunció el ceño, pensando que Rolando tardó dos días en regresar que Alonso había legado a la ciudad.

Mamá, no lo digas.

un poca enojada, Brenda le echó un vistazo a su madre.

Hija mía, contesta como quiera.

Si no, te volverá pegar.

Solo quiere la información de Rolando, no vale nada para esconder.

la madre suplicó.

Le vino a la señorita una gran preocupación, ya que esa mujer era la dueña de la familia Laguna, quien se presentó aquí en busca de Alonso.

Eso suponía que ella todavía no se había enterado de lo que el verdadero Rolando ya había vuelto.

Antes ya se había temido de que su madre iba a contar la verdad a cualquier hora.

Si Vanilla sabía , la verdad, sin duda le tendería una trampa a Rolando, en ese momento su esposa recaería en sus manos sin intención.

No importaba lo que Vainilla le preguntara o no, por fin el hombre volvería a casa.

Pero antes de que Rolando regresara, todavía había más esperanza para avisarle.

Tras un minuto de reflexionar, la torturadora preguntó a Regina, Durante la estancia con ese tipo, ¿hay algo raro? Nada, como de costumbre, que el cobarde no se atreve a ofenderme y hace lo que pido.

Lo único singular es que ha causado más molestias en este poco tiempo.

contestó esta.

Según lo dicho por ella y sus detalles recordados, Vainilla aseguró, en lo esencial, que el hombre aún estaba vivo, e incluso, se había vuelto.

Si Alonso se hiciera pasar por Rolando, nunca resultaría tan anidado.

Además, los asuntos de Alonso tendrían que ver con Rolando.

Realmente como suponía Brenda, esa mujer vanidosa empezaba a aprovecharse de la ignorancia del hombre de que se había expuesto su existencia para hacerle prisionero.

Mirando los cuatro celulares en la mesa, se dirigió y cogió el de Brenda con la intención de llamar a Rolando para que regresara.

Pero cuando lo encendió, se dio cuanta de necesitar entrar la contraseña de bloqueo y se volvió para preguntó a Brenda, ¿Cuál es la contraseña de tu teléfono celular? Ella fue consciente de lo que quería hacer, quejándose de su madre, y dijo con un tono muy firme, Prefiero morir a decirte la contraseña.

Al verlo, Regina se apresuró, Si quieres llamarlo, toma el mío que no necesita la contraseña.

Además, seguro que él me escucha lo que pido, pues regresará.

Inmediatamente giró la cabeza a ella, resentida, ¡Mamá! ¿A quién apoyas? ¿No has percibido que esa mujer está tendiendo la trampa para capturar a Rolando? ¿Si le pasa algo, crees que podamos salvo y sano? Qué hija tanta, no te preocupes por ese hombre ni qué decir de que ya estamos en esta situación.

Es de la Familia Laguna, te dará igual aunque la protejas ahora.

Ha sido un hijo abandonado de la familia.

Por lo tanto, es mejor que lo dejes atrapado.

Se debe resolver el problema de sí misma.

aconsejó esta madre.

Enrojada por esas palabras, Brenda se quedó callada.

Vainilla se rio, dejó el móvil y pasó a coger el de Regina, encontró el número del hombre en la libreta de direcciones y le preguntó, ¿Qué tono sueles usar para enviarle mensaje? Dígale, sencillamente: Cabrón, vuelve ahorita, o no, no entres a mi casa.

Mostrándose astuta, se burló, ¡Qué humilde el hombre! Verdaderamente el carácter inútil le corresponde.

No se puede encontrar un segundo así como él en toda la familia.

Luego, le envió un mensaje imitando el tono de Regina
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