Tus hombres se han metido conmigo [ 1 / 2]


A la mañana siguiente, Penélope fue al mercado de productores para comprar la comida, mientras que Rolando limpiaba la casa.

Regina salió de la habitación, cuando vio que Rolando estaba limpiando, murmuró, Humilde como un criado, eres la vergüenza para la familia Laguna.

Pero Rolando ya se había acostumbrado, por eso no le hizo caso a Regina y siguió fregando.

A su modo de ver, hacer las tarea de hogar era una práctica de paciencia, si no hubiera hecho quehaceres cada día en estos años, hoy no habría sido tan sereno, además se ponía del buen humor viendo que la casa se volvía cada vez más limpia.

Por eso, aunque trabajaba Penélope en la villa, a Rolando le gustaba hacer los deberes domésticos cuando estaba en ocio para que la casa se mantuviera limpia y ordenada.

Esto se había convertido en una parte de su vida.

A Brenda también le gustaba que Rolando fuera así de enérgico, si ahora Rolando de verdad se convirtiera en el único heredero de la familia Laguna, y todos los días tuviera a los criados al lado, a lo mejor ella no podría acostumbrarse a una situación así.

Una vez que Rolando terminó la limpieza, sonó el teléfono.

Rolando, ¿puedes venir al mercado? Me he metido en un lío.

se oyó la voz nerviosa de Penélope.

¿Qué pasó? Rolando frunció las cejas.

Yo… antes de que terminara Penélope, en el otro lado se oyó el ruido del móvil al caer, y luego un hombre maldijo, Me cago en la puta, vete, hoy nadie te puede ayudar.

Rolando se dio cuenta de que había pasado algo mal, colgó el teléfono y cogió una ropa, se dirigió al mercado sin demora.

El mercado no se quedaba lejos de la Comunidad Dragón, pero si iba ahí a pie, se necesitaba unos veinte minutos, por eso Rolando decidió ir al mercado en bicicleta.

Este mercado se contaba como uno de los más grandes alrededor de la Comunidad Dragón, en el que había de todo, desde verduras hasta mariscos.

Hacía poco Héctor dijo que ahora fue él quien gestionaba este mercado, y su gente mantenía el orden, además cada dueño del puesto del mercado tenía que pagar la cuota cada mes a tiempo, por eso cobraba bastante cada mes debido a la gran escala del mercado.

Cuando llegó al mercado, Rolando dejó la bicicleta al lado del camino, se dirigió hacia el interior, una vez que entró, vio que había un montón de gente que rodeaba un puesto donde se vendía verduras.

Se acercó a la multitud en seguida, cuando pasó por la muchedumbre, vio que Penélope estaba sentada en el suelo con el pelo esparcido, mientras su móvil roto estaba al lado.

El que estaba a su frente era un verdulero cruel y malévolo.

Te he dicho que no he cogido tu bolso, ¿qué me importa que has perdido tu bolso? Vete ahora mismo, no molestes mis negocios, he sido muy generoso que no te deje compensarme la pérdida.

maldijo el verdulero.

Antes dejé mi bolso aquí y fui a escoger verduras, entonces no había nadie menos tú, cuando volví la cabeza, el bolso ya se había desaparecido, si no fuera tú, ¿quién sería? inquirió Penélope con indignidad.

Me estás difamando, no inventes mentir.

Zorra no me provoques, soy enchufado de aquí, ¡no me obligues a echarte de aquí! amenazó el verdulero.

Ya que crees que te estoy infamando, ¿por qué no vas a ver la vigilancia? Aquí hay una cámara, seguro que ha grabado todo, ¿por qué tan pronto como digo que vamos a ver la vigilancia, me rompes el móvil? Dame una explicación razonable.

replicó Penélope.

Le resultó injustificable al verdulero, pero seguía siendo arrogante, y dijo con frialdad, No he cogido tu bolso, la cámara no sirve para nada, además has rompido tu móvil tú misma.

No tiene nada que ver conmigo, deja de infamarme.

Los otros miraban a Penélope con simpatía, pero nadie le echó una mano, porque cada uno sabía claramente que el verdulero era algún pariente del director del mercado, por eso aquí nadie se atrevía a ofenderle.

En los días normales, cuando este verdulero les provocaba problemas, ellos solo podían aguantar.

Déjalo, en este mercado la razón no funciona, incluso te van a pegar.

alguno le convenció con buena intención.

Penélope torció la boca y se mostró reacia, porque en ese bolso había unos doscientos euros, que le dio Rolando para la compra de comida, si ese dinero se despareció, aunque Rolando no le culpara, no se sentiría bien por dentro.

Rolando pasó por la muchedumbre y se acercó a Penélope y la levantó.

¿Penélope, estás bien? preguntó Rolando.

Al ver que vino Rolando, se le vio la esperanza en los ojos, y ella dijo, Rolando, se me ha perdido el bolso, sospecho que es él quien ha cogido mi bolso, ahora solo quiero ver la vigilancia.

Si no fuera él, podría pedirle perdón, pero no quiero que mi bolso se desaparezca sin ningún rastro.

Rolando asintió con la cabeza y dijo, Tranquila, me encargo yo de eso, te daré una respuesta razonable.

Luego se volvió y miró a ese verdulero diciendo fríamente, Dejamos lo del bolso, pero empujas a esta señora sin causa ni razón y le rompió el móvil, me temo que no puedes decir que eres inocente.

El verdulero echó un vistazo a Rolando de arriba abajo, cuando vio que Rolando se vestía incluso peor que él, esbozó una risa indiferente de repente.

Él preguntó, ¿Qué? ¿Vienes a ayudarle? ¿Qué pasa si la he empujado yo? Ella me ha estorbado, si no la pegara, sería su buena suerte, ¿qué quieres hacer? ¿Ojo por ojo? Pídele perdón
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